Se trata de una técnica psicoterapéutica. La persona realiza la terapia a través de regresiones a su pasado para “limpiar” o “desactivar” los bloqueos emocionales y las creencias generadas a partir de situaciones dolorosas y reemplazarlos por estructuras mentales y emocionales positivas.

Si imaginamos un iceberg, la parte que sobresale sería nuestra conciencia, el 10% de la masa de hielo que podemos ver. La gran parte sumergida sería nuestro subconsciente, el 90% restante. Es decir, nuestro subconsciente es una gran fuerza y dirige mucho más de lo que creemos nuestros pensamientos, emociones y actos. Cuando nos relajamos en la regresión, nos sumergimos y nos adentramos en el subconsciente con el que nos comunicamos a través de imágenes con una carga determinada de emociones (como cuando soñamos), pero aquí estamos conscientes y podemos navegar por nuestro mundo interno, explorándolo y arreglando los “desperfectos”.




Un servomecanismo


El subconsciente funciona como un servomecanismo, es decir, va directamente al objetivo y actúa literalmente según aquello para lo que está programado. El subconsciente no tiene capacidad de decidir ni elegir, trabaja para hacer realidad lo que ha quedado grabado en él. Por ejemplo, si una persona ha vivido una experiencia de abandono en su infancia, puede haber quedado grabada la creencia de que las personas que la quieren la abandonan, y toda esa gran fuerza trabajará fielmente para que eso sea una realidad. Hay situaciones difíciles en que podemos grabar sin querer este tipo de órdenes negativas y que éstas permanezcan activas sin ser conscientes de ello.

Nuestra exploración a través del subconsciente nos permite observar y experimentar nuestro yo profundo y ayudarnos a restablecer el equilibrio. Este es un viaje que requiere la predisposición de la persona a entrar en sí misma y ayudarse. No es peligroso ni resulta traumático, pues se sigue y respeta el ritmo con que la persona puede irse enfrentando a su realidad interna.

Conocer es poder


Se dice que el conocimiento es poder. En este caso, el conocerse mejor a sí mismo y saber cómo nuestro mundo profundo condiciona nuestras vidas, nos permite cargarnos de recursos y medios para dirigir todo nuestro potencial personal hacia nuestro equilibrio y redefenir los objetivos internos.

Un aspecto fundamental en esta terapia se basa también en indagar qué tipo de relación vive la persona consigo misma. Os sorprendería la cantidad de personas que se rechazan, no se aceptan y son terriblemente exigentes consigo mismas; es decir, que ejercen continuamente una presión emocional negativa hacia sí mismas.



Reconciliarse con uno mismo


Uno de los objetivos de la terapia es en primer lugar tomar conciencia del tipo de relación que tenemos, trabajar la aceptación comprensiva e incondicional para llegar a reconciliarse con uno mismo y conseguir que el máximo de nuestra energía, de nuestro potencial trabaje de forma positiva para alcanzar los objetivos que realmente deseamos en nuestras vidas. El sentirse aceptado y querido por uno mismo es la mayor fuente de bienestar que existe.